Steve Jobs fue uno de los mayores genios de la industria tecnológica, pero también era conocido por sus arranques de ira. Hace 25 años, durante una sesión de fotografía para publicitar el lanzamiento del iMac, el fallecido CEO de Apple protagonizó una historia que ha permanecido oculta hasta hoy. El periodista Steven Levy la ha revelado en un artículo del medio Wired.

Jobs no soportaba a ese fotógrafo desde hacía 13 años

En 1998 se anunció el primer iMac, una de las computadoras más importantes de la historia, y que originó los Mac actuales. Para publicitar el lanzamiento, se realizó una sesión de fotos en las que Jobs posaba. Para desgracia del cofundador de Apple, uno de los fotógrafos que iban a encargarse de ella era un viejo conocido suyo que no le agradaba.

Cuando llegó a la sesión y se enteró de quién era, estalló en cólera. Se trataba de un fotógrafo que ya le había hecho una sesión de fotos en 1985, para promocionar NeXT, la empresa que fundó tras abandonar Apple un año antes (aunque volvería en 1996). Dicha sesión le pareció desastrosa, así que no se fiaba del fotógrafo, pese a que hubiesen pasado 13 años desde aquello. El nombre de este no ha sido revelado.

La historia de cómo Steve Jobs dejó ver su lado malo por una foto con el primer iMac

Afortunadamente en la escena se encontraba otro fotógrafo, Moshe Brakha, quien le calmó con ayuda del equipo de relaciones públicas de Apple, que tuvieron que suplicar a Jobs que continuase la sesión. Lo hizo, y fue Brakha quien tomó las fotografías. El trabajo de este último resultó impecable, ganándose el respeto del cofundador de la manzana mordida.

La versión irascible y agresiva de Jobs fue apodada como el "Steve malo" por su biógrafo, Walter Isaacson. Ocasionalmente tomaba su control, volviéndose en contra de sus socios, publicitarios y empleados de mala manera. Pese a ello, un gran número de empleados afirmaron que aunque se tratase de alguien irascible, merecía la pena trabajar para él. Su legado ha dejado un repertorio de productos de excelente nivel.

El artículo original de Levy puede leerse desde este enlace, pero está escrito en inglés y debes ser suscriptor de pago para acceder a todo el texto. Por suerte Wired cuenta con su versión española, desde la que es posible leer la traducción al español de forma gratuita